La balada de Narayama de Shōhei Imamura (1983)

14.07.2021

"Hay que respetar la ley. No tenemos derecho a tener sentimientos"


Película japonesa escrita y dirigida por Shōhei Imamura, el cual adaptó el libro Narayama bushikō de Shichirō Fukazawa. Una película protagonizada por Sumiko Sakamoto y Ken Ogata que ganó la Palma de Oro del festival de Cannes del año 1983 y que muchos la consideran como la mejor película del director nipón.

Era una vieja ley del pueblo, de un tiempo tan lejano que ya nadie lo recordaba. Al alcanzar los 70 los ancianos debían abandonar el pueblo para ir a vivir en la cima de la montaña Narayama. Una sentencia de muerte despiadada que sumía en la tristeza y la desesperación a las familias cuando tenían que enviar a sus mayores a la montaña. Orin tiene 69 años y se acerca el momento de partir hacia la montaña.

A la hora de ver una película por primera vez, debemos verla sin prejuicios ni expectativas de ningún tipo, es decir, desde una tabula rasa. En el caso de la película de Imamura, para ir libre de prejuicios, es importante reparar en las profundas diferencias culturales que existen entre el mundo occidental y Japón, no solo a nivel de creencias o costumbres, también a nivel estético. Estas diferencias estéticas se exponen en "El elogio de la sombra", un manifiesto de estética japonesa de Jun'ichirō Tanizaki; en el argumenta que la sombra, lejos de tener la connotación negativa que tiene occidente, forma parte de la belleza y tiene una gran implicación en la vida y el arte. Pasando a La balada de Narayama, podemos decir que se basa en la práctica del ubasute que, a modo de resumen, se trataría de una supuesta costumbre del antiguo Japón en la que, en períodos de malas cosechas y hambruna, abandonaban a sus ancianos en un lugar desolado para dejarlos morir. Ubasute significa abandonar a una anciana y podría tener cierta explicación en períodos de hambruna para así tener una boca menos que alimentar, al igual que algunos casos de canibalismo, sin embargo, esta práctica se limita en gran medida al folclore a través de cuentos que tenían el propósito de inspirar la piedad filial hacia los mayores.

Una vez hecha esta introducción, conozcamos un poco la carrera del director hasta esta película y su estilo cinematográfico. 

Shōhei Imamura comienza su carrera en el cine como asistente de Yasujirō Ozu, con quien trabajó en películas como "El comienzo del verano" o "Cuentos de Tokio"; sería en 1961 cuando realiza su primera película de relevancia, "Cerdos y acorazados", un relato sobre los gánsteres y prostitutas que vivían en una base naval estadounidense de Japón. En "La mujer insecto", se aleja de la imagen de la mujer ideal; la mujer en el cine de Imamura es una persona real, consciente de la realidad en la que vive. En los 70 se decide por el documental, destacando "Historia del Japón de la posguerra: la vida de la camarera Onboro", donde continua con el retrato realista de la mujer japonesa. 

El estilo de Imamura lo podemos determinar en base a dos características, la primera, un alejamiento con respecto a su maestro Ozu, y la segunda, una tendencia documentalista. Si Ozu era la simetría y el humanismo de la sociedad japonesa, Imamura tendría una visión más pesimista de su sociedad. En "La balada de Narayama" observamos este pesimismo y un gusto por lo documental, una película en la que retrata dos aspectos, en apariencia antagónicos, del ser humano, su parte animal y su parte espiritual o moral, para después igualarlos. Una parte animal que viene representada por le sexo; de hecho, el propio Imamura, dijo que sus temas eran los de la mitad inferior del cuerpo humano y los del segmento inferior de la estructura social: el sexo y los desposeídos. Esta visión del sexo, y todo lo relacionado, como la parte animal del ser humano nos lo muestra Imamura a través del montaje, intercalando las escenas sexuales con escenas de animales con ese gusto documentalista que mencioné antes. Por otro lado, hay que destacar que se trata de un remake de la película de Keisuke Kinoshita de 1958, y a diferencia de la primera que era muy teatral, esta presenta una imagen más salvaje, con una asociación más fuerte entre la naturaleza y el ser humano. También podemos destacar una imagen oscura que, como dije antes, para la cultura japonesa, forma parte de la belleza. 

Desde luego hay muchos puntos de vista desde el que abordar esta película, desde lo puramente estético, hasta las diferentes interpretaciones que puede contener la película. Con todo esto, Shōhei Imamura, demuestra por qué es, junto a Akira Kurosawa, el director japonés más importante de la época. 


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