Burning de Lee Chang-Dong (2018)

"No tienes que creer que hay una mandarina, simplemente olvida que no hay ninguna"

El 17 de mayo de 2018 se estrena en Corea del Sur Burning, una película escrita y dirigida por Lee Chang-Dong, en la que hasta ahora ha sido su última película y que lo ha posicionado como uno de los nombres para tener en cuenta en el cine de autor asiático. En el festival de Cannes de ese año estuvo presente en la sección oficial a concurso, pero a pesar de ser una de las favoritas de la crítica, esta pasaría bastante desapercibida. 

Película basada en el cuento "Quemar graneros" de Haruki Murakami en la que Jong-su (Yoo Ah-in), un mensajero aspirante a escritor que se encuentra por casualidad a Hae-mi (Jeon Jong-seo), una antigua amiga de su infancia la cual le pide que cuide a su gato mientras ella viaja a África. A su vuelta Hae-mi le presenta a Ben (Steven Yeun), un misterioso joven con dinero con una peculiar afición. 

La película, de ritmo pausado, es realista en su puesta en escena. Sin embrago, hay elementos que ya desde el principio nos están diciendo que algo raro está pasando. Estos elementos anticipan la pesadilla en la que acabará convirtiéndose la película. En una primera parte se muestra el drama romántico en donde Jong-su desea a Hae-mi. Con la entrada de Ben, además de ser un elemento hostil entre el deseo de Jong-su y Hae-mi, plantea una cuestión política, una cuestión de clase. Sin ir más lejos el propio Jong-su lo define como el gran Gatsby, gente misteriosa que es joven y rica, pero en realidad no sabes a lo que se dedican. También podríamos preguntarnos qué peso tiene la psicología del protagonista a lo largo del film. En el aparente realismo con que está rodada la película se esconden elementos que hacen sospechar de la desconexión entre Jong-su y la realidad. Así pues, nos estaríamos moviendo en el terreno del impresionismo con una aparente forma realista. En esta primera parte Lee Chang-Dong plantea una influencia entre las relaciones humanas, la diferencia de clase y la salud emocional. 

A partir de una secuencia bisagra que expondré más adelante la película se convierte en un thriller donde la tensión nos aleja del realismo imperante hasta ahora y nos acerca a un impresionismo con tintes de pesadilla. A lo largo de esta parte la música tendrá una mayor presencia, así como el plano subjetivo y los espacios abiertos. Unos espacios que, en vez de dar calma a la imagen, la llenan de tensión y asfixian. El peligroso equilibrio emocional en el que se movía Jong-su se ha roto y, por tanto, también su conexión con la realidad. 

Con todo, la secuencia bisagra que mencioné antes prueba que estamos ante una película diferente y creo que merece la pena detenerse en ella. Una secuencia que en un principio parece normal, los tres protagonistas se reúnen en casa de Jong-su. Aparecen recuerdos y todo aparenta normalidad. En un momento dado, con los tres frente a la puesta de sol, Ben propone fumar marihuana y mientras están entre risas, Ben se levanta y pone desde su coche el tema de Ascensor para el cadalso compuesto por Miles Davis. Hae-mi, como poseída por toda esa belleza, se levanta y empieza a bailar con la trompeta ante la puesta de sol. La cámara le sigue, imita sus movimientos, se fija en sus manos; la cámara baila con Hae-mi, ella incluso mira directamente a cámara. Cuando la música desaparece la cámara deja de bailar con Hae-mi y esta experimenta un vacío. En el momento en que ella sale del plano la cámara hace un barrido para que veamos como el sol ha desaparecido con la música. Con Hae-mi dormida Jong-su y Ben empiezan a conversar, ahí Ben dará a conocer su extraña y perversa afición, ese descubrimiento cambiará por completo la narrativa y el estilo.

Este es un claro ejemplo de la calidad cinematográfica que se está desarrollando en Corea del Sur. Directores como Hong Sang-soo, Park Chan-wook, Bong Joon-ho o el propio Lee Chang-dong ponen al país asiático entre lo más interesante del cine actual.