Jules y Jim de François Truffaut (1962)
Me dijiste: "Te quiero", yo te dije: "Espera". Iba a decir: "Tómame", y me dijiste: "Vete"
"Conozco este sitio"
El 11 de octubre de 1973 se estrena en Londres Amenaza en la sombra, película que adapta un relato de la escritora británica Daphne du Maurier conocido como Don't Look Now / No mires ahora. Tanto Nicolas Roeg en la dirección, Pino Donaggio en la banda sonora, Anthony B. Richmond, ganador del premio BAFTA a la mejor fotografia; como Donald Sutherland y Julie Christie en los papeles protagonistas, nos sumergen en un historia de terror en la "sempiterna" ciudad de Venecia.
Para intentar superar la reciente perdida de su hija, John y Laura se trasladan a Venecia con el encargo de restaurar una vieja iglesia. Durante su estancia conocerán a un par de ancianas que dicen haber entrado en comunicación con su difunta hija y que les advierten de un peligro inminente.
Cuando hablamos de los años 70 vemos cómo hay dos tendencias entre aquellos países que quieren distanciarse de un pasado reciente, lo vemos en Alemania, y aquellos que no tienen esa necesidad, como es el caso de Gran Bretaña. Sin embargo, puede que debido al ambiente de renovación cultural de la época, surgieron talentos británicos de gran envergadura; como es el caso de Ken Loach o del propio Nicolas Roeg.
Nicolas Roeg nació en Inglaterra en 1928. Entra en el mundo del cine como cargador de claquetas, hasta que se convirtió en director de fotografía, llegando a trabajar con François Truffaut en Fahrenheit 451 y con David Lean en Doctor Zhivago, pero lo acabaría despidiendo por desavenencias creativas con el director. Esa inquietud creativa lo llevaría a realizar sus propias películas y a finales de los 60 debuta, junto a Donald Cammell, en la dirección con la película Performance. En 1970 realiza Walkabout / Más allá de..., y ya en 1973 realiza la película que tenemos esta vez entre manos.
Nos podemos aproximar a esta película desde diferentes dimensiones, desde la dimensión psicológica, espacial o temporal. En mi caso voy a acercarme, mayoritariamente, desde la dimensión espacial; ya que creo en la capacidad del cine para llevarnos a nuevos lugares, lugares en los que nunca hemos estado, lugares imaginarios, lugares en los que, quizás, no podremos estar,... También he de señalar que estas dimensiones no son independientes, de hecho, una característica común en estas tres películas es una relación entre el espació en el que se desarrolla la acción y la psicología de los personajes.
Ya en el principio de la película se muestra esa inquietud artística que comentaba antes. Una escena que, a mi parecer, es pura poesía cinematográfica. La escena describe una situación cotidiana, casi idílica diría, de una familia de clase media. Pero es a través de la forma en la que esta filmada la escena como nos consigue trastocar. En primer lugar, destaca a la niña en el entorno con un vestido rojo, atrayendo nuestra atención. Mediante reflejos, presentes a lo largo de la película y semejantes a lo que haría años más tarde Wong Kar-Wai en Deseando amar (2000); y asociaciones visuales entre la niña, el fuego y la mancha de pintura, nos advierte de un peligro inminente. Cuando ese peligro se hace real el padre (Donald Sutherland) se anticipa a la acción pero nada puede hacer; la pintura roja se ha derramado, su hija, ha muerto. La escena concluye con una de las mejores elipsis que he visto, un salto temporal y espacial que se une mediante el grito de dolor de la madre (Julie Christie) y el sonido de un taladro en la ciudad de Venecia.
La fundación de la ciudad de Venecia se remonta al siglo V, la cual fue construida en medio de una laguna de unos 550 km² de superficie. Resulta increíble que una ciudad que en su origen servía como refugio para grupos de fugitivos que huían de los bárbaros, se convirtiese en la ciudad más rica de la Europa medieval; de hecho, eligieron esa laguna porque era prácticamente imposible vivir, por lo que así evitaban posibles invasiones, lo que hace todavía más increíble el desarrollo económico y arquitectónico que ha experimentado Venecia hasta convertirse en lo que podríamos llamar una ciudad-museo (hoy más bien, ciudad-parque temático).
La ciudad se asienta en una gran cantidad de estacas de madera. Una solución que en un principio era temporal, pero que acabaría convirtiéndose en el asentamiento permanente de muchos venecianos. En la ciudad descansan joyas arquitectónicas de un valor incalculable, como la basílica de San Marcos o el gótico veneciano. Otra característica que hace especial a Venecia es su urbanismo; donde las calles son de agua, formando una especie de gran espejo de la ciudad, y el medio de transporte son las góndolas. Pero por desgracia, es una ciudad que ha llegado a nosotros contra todo pronóstico, por lo que hoy en día, debido al calentamiento global, el deterioro del fondo marino y el propio paso del tiempo, sabemos que la ciudad, muy probablemente, acabe desapareciendo.
Aquí retomo otra vez la película, ya que su valor no reside solamente en su evidente calidad cinematográfica, también puede servir en un futuro, ante una posible desaparición de la ciudad, como una fuente de conocimiento; para que generaciones venideras puedan visitar una ciudad que fue. El cine (al igual que la fotografía) tienen esa capacidad de congelar el tiempo, como dijo Roland Barthes, "la fotografía no dice (forzosamente) lo que ya no es, sino tan solo y sin duda alguna lo que ha sido".
Me dijiste: "Te quiero", yo te dije: "Espera". Iba a decir: "Tómame", y me dijiste: "Vete"
"Esta es la historia de Massai, el último guerrero apache."
"Me temo que he matado a un hombre"